Por tradición, los judíos rezan tres veces al día: por la mañana (shaharit), por la tarde (minjá) y al anochecer (maariv). Se cree que estos tres momentos de oración corresponden a los tiempos en que los sacrificios se ofrecían en el templo de Jerusalén. Tanto así, como de otras maneras, el judaísmo rabínico aún conserva la estructura del ya abandonado culto en el templo. Las congregaciones mínimas (minyán) para rezar están formadas por grupos de diez hombres.
El único elemento que se requiere para todos los servicios religiosos judíos es el de una serie de bendiciones llamadas Tefillá (rezo); también recibe el nombre de Amidá, o rezo de pie, porque se recita en esa posición, y el Shemoné Esré, que recibe este nombre porque originalmente estaba compuesto por dieciocho bendiciones. Hoy en día, los rezos que se realizan durante los días de semana se componen de diecinueve bendiciones, dentro de las que se incluyen trece peticiones por el bienestar y por la restauración mesiánica. Durante cada shabat y en las distintas festividades, estas peticiones se reemplazan por rezos especiales que corresponden a esas fiestas. La segunda oración en importancia es el Shemá que se reza por la mañana y al atardecer. Todos los servicios religiosos concluyen con dos rezos mesiánicos: el primero se llama Alenu; el segundo es una doxología aramea llamada Kadish. Como señal de devoción a Dios, durante los rezos matinales de los días ordinarios de la semana, los judíos adultos observantes llevan un chal de oración con flecos llamado talit (los flecos se llaman tsitsit) y unas filacterias (cajas de oración llamadas tefilín). Ambas costumbres provienen de ciertos pasajes de las escrituras que se recitan y que corresponden a la Shemá. Como tercera costumbre, ponen una mezuzá (caja de rezo) en la entrada de la casa, como una manera de recordar que Dios está en todas partes. Como señal de respeto hacia Dios, se cubren la cabeza para rezar, ya sea con un sombrero o con un casquete (kipá; en yidis, yarmulke). Los judíos más piadosos siempre llevan la cabeza cubierta, aceptando así la constante presencia de Dios.
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